miércoles, 29 de enero de 2014

"Y BENDIGO MI SEXO"

Mucho se ha escrito sobre la mujer, ese ser complejo, rehuido y admirado a partes iguales, por escritores de todos los tiempos que lo han definido como la criatura más hermosa de la creación. No sé si realmente es así, el hombre tampoco tiene desperdicio, pero en este caso vamos a ocuparnos de nuestro sexo, es algo que domino un poco más que el sexo masculino, aunque seguro que se presenta alguna ocasión en la que escriba sobre ellos. Lo dicho, incluso mujeres han escrito sobre la naturaleza femenina de una manera magistral. En mente tengo a la poeta Gioconda Belli con su maravilloso poema "Y Dios me hizo Mujer", admiración profunda del sexo femenino:

"Todo lo que creó suavemente
a martillazos de soplidos
y taladrazos de amor, 
las mil y una cosas que me hacen mujer todos los días
por las que me levanto orgullosa
todas las mañanas
y bendigo mi sexo."

Y yo digo amén. Pero lo cierto es que en esta maravillosa creación, hay unos pequeños seres que dominan nuestra vida, nos confunden y os confunden, sí a vosotros los hombres. Que hay días que descubrís que la mujer que está a vuestro lado no es la de siempre, es otra, os la han cambiado. Esos seres que dominan nuestra vida son las hormonas. Empezarán a hacerse notar en la pubertad y ya no nos abandonarán hasta la senectud, ese periodo de la vida humana que sigue a la madurez. Nos juegan malas pasadas en la adolescencia, nos torturan en los ciclos menstruales, cambian nuestras sensibilidades con los embarazos y partos y nos vuelven a la adolescencia más absurda en la menopausia, con una revolución fuera de control. Está claro que no todas las mujeres vivimos de la misma manera las etapas anteriormente citadas, pero yo desde luego escribo todo esto desde mi prisma y mi propia vivencia.

Tengo 47 años, mi etapa fértil está llegando a su fin y mi cuerpo así me lo está indicando. Las hormonas han decidido montar una fiesta sin mi permiso y están desbaratando todos los muebles de mi cabeza. He de reconocerlo, he vuelto a la adolescencia, no sé si me alegro o me daría de tortas. La adolescente que desde luego siempre he llevado dentro, ha salido con más fuerza que nunca, con unas ganas de vivir que me desconciertan. Volvió el romanticismo, a mi edad, qué ridículo, el amor platónico y una pasión desenfrenada por disfrutar de la vida, de reír, de bailar, de cantar y por supuesto de llorar. Llorar sin control, sin saber por qué exactamente. Todo esto causado por las hormonas, así me lo ha indicado mi doctora. Es otra etapa de la vida que hay que afrontar con naturalidad, y si te dan sofocos, te abanicas. Por suerte no los padezco, pero tengo amigas que los sufren y parecen bastante jorobados.

No sé si alguna de mis lectoras se identificará conmigo, o si soy un espécimen singular, lo dudo, pero en cualquier caso toda esta etapa que me está tocando vivir ha inspirado esta reflexión jocosa de las cab... de las hormonas que nos vuelven locas y por ende a los hombres que están a nuestro lado. 

Espero que os guste y sobre todo que os arranque una sonrisa que nunca está de más.



Hormonas

¿Qué son esas hormonas que juegan contigo?
Un día te dicen “tú lo vales” y al siguiente que “tú no vales”
Te engañan a tu oído y te dicen “ponte guapa que hoy arrasas”
Y sin previo aviso por el suelo que te arrastran.

Él te mira y te vuelves gelatina
Y otro día piensas “qué tío, es que no atina”
No es mi culpa esa furia que te deja loco
Son mis hormonas y de todo un poco.

A ti te desconciertan pero a mí también.
No me entiendo a mí misma, y me enfado si me dices: “Ah, ya entiendo” cuando miras el calendario. Craso error amigo mío, porque la mecha has encendido.

Bien es cierto que a veces soy como una montaña rusa, pero, ¿no te encantan mis sorpresas si resulta que soy yo tu musa?

lunes, 20 de enero de 2014

SI ME CALLO ME SALEN SUBTÍTULOS

A veces uno tiene la necesidad de gritar al mundo las cosas que le oprimen por dentro, escupirlas como agua amarga que entró sin querer en nuestra boca. Yo tengo esa necesidad.

Creé mi blog para escribir mis reseñas, y seguiré con ello. Pero alguien muy cercano a mí me dijo: "¿Por qué no escribes lo que sientes en tu blog? Al fin y al cabo es tu blog y puedes escribir en él lo que te de la gana." Y pensé, qué caramba, es cierto, es mi blog, y si me apetece escribir una poesía lo haré, y si me apetece escribir una reflexión lo haré y si me apetece gritarle al mundo lo haré.

Necesito hablar, desahogarme sin interrupciones, y este sea probablemente el mejor sitio. Tengo un amigo que dice que no entiende esa necesidad de las mujeres de hablarlo todo, pero bueno tampoco yo entiendo algunas reacciones de los hombres. Está claro que por mucho que nos empeñemos, no somos iguales. Los hombres y las mujeres vemos y sentimos las cosas de manera distinta. Por algo se dice que los hombres son de Marte y las mujeres de Venus. 

En esta ocasión me apetece subir un poema que escribí estando cabreada, dolida, decepcionada y desconcertada. Sé que mis poemas me exponen demasiado y últimamente me han dicho mucho que no me deje llevar tanto por los sentimientos y las emociones, que no sea tan vehemente, en definitiva, que sea de otra manera. Pero no sé hacer nada que no me salga de las tripas, soy visceral y pasional y ya tengo una edad en la que me da todo un poco igual, en la que he perdido la vergüenza y en la que  puedo gritar sin miedo lo que pienso. Es más, si no fuera así me saldrían subtítulos, como en la imagen de cabecera. Esta es mi opinión, mi reflexión y mi poema y por supuesto no tiene por qué agradarle a todo el mundo.

No me gustan los blogs con entradas demasiado largas así que voy a acortar la mía. Aquí os dejo mi cabreo-poema.

PÓKER
                                              
Nunca te engañé
Desde el principio te mostré
Todas mis cartas
Escalera de corazones
Que sin miedo comenzaste a subir
Peldaño a peldaño
Marcando cada carta
Tal vez querías jugar haciendo trampas

Nunca me guardé un as en la manga
Y mi rey de corazones estaba a buen recaudo
Gobernando mi vida con un cetro de amor

Nunca pedí ser yo tu reina
Ni de picas ni diamantes
Ni siquiera de tréboles
Aunque habría sido uno de cuatro hojas
Por el que habrías podido apostar
Cambiando sin duda tu suerte.

Aposté fuerte, sin duda más fuerte que tú
Todas mis fichas sobre la mesa
Con el tapete verde de la esperanza
Perdí mi apuesta en mi retirada.

Ahora pretendes bajar la escalera
Y no entiendes que me duela
Si dejas mis cartas marcadas
Con las que nunca más podré jugar.

Aurora