lunes, 10 de marzo de 2014

¿NOS QUEDARÁ PARÍS?

Te marchaste sin decirme adiós, sin una despedida, sin un "lo siento baby". Habría dado cualquier cosa por un último beso de despedida, de esos que sabes que nunca se repetirán, de esos que su sabor permanece en la memoria de mis labios, con sabor a lágrimas saladas. 

Te marchaste como los cobardes por la puerta de atrás, sin valor para enfrentarte a tus propios sentimientos, para enfrentarte a una mujer soliviantada a la que traicionaste de la manera más cruel. Me usaste a tu conveniencia egoísta, sabías que no me iba a negar, que me entregué a ti sin cuerpo pero con alma. Me diseccionaste hasta el tuétano de mi sentir más interno y mis sentimientos quedaron expuestos en versos al alba de nuestra historia y al ocaso más amargo.

Te marchaste en mi desconcierto, sabiendo que me obnubilabas y abducías con tus palabras de neón rutilante que cegaba mi cordura. Demasiada complicidad, demasiadas horas de desvaríos en el frío de la noche, demasiadas confesiones sin absolución, demasiado lejos...

Te marchaste dejándome abandonada a mi suerte, sin importarte mi desconsuelo ni quebranto. Bloqueaste mi entrada en tu vida con una piedra de cantera castellana. Quisiera maldecir la hora que te conocí, pero ni si quiera eso me queda, mi odio no pesa, es liviano y etéreo como el humo en tu mirada.

Te marchaste sin que nos quedara un París, porque nunca tuvimos un París, ni un Londres, ni un Berlín, ni un Copenague...

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